Aquí no hace falta pedir permiso para quedarte.
Puedes venir a escribir un libro o solo a mirar por la ventana con un latte en la mano. Hay mesas grandes, wifi fuerte, música suave y café serio. Todo lo demás, lo pones tú.
En Avellana, un café no es solo una bebida. Es atención al detalle, respeto al proceso, placer en lo cotidiano. Cada espresso sale con intención, técnica y cariño. Porque lo simple —cuando se hace bien— siempre sabe mejor.
Hay días para un latte con calma. Otros para un panini urgente. Y siempre, siempre, para un muffin que te abrace un poco. En Avellana cocinamos lo que se antoja — y lo hacemos con cariño. Pide lo tuyo.
En Avellana no hay reglas: puedes venir con tu laptop, con amigos, en modo mamá multitasking o solo a mirar por la ventana con un latte en mano. Aquí se trabaja, se conversa, se piensa y a veces no se hace nada… y está bien. Café bueno, espacio cómodo y cero presiones. Eso es todo.
A veces trabajas. A veces solo miras a la gente pasar. A veces escribes tu tesis. A veces compartes un croissant con alguien que acabas de conocer. En Avellana no importa el plan. Solo que estés bien. Y que el café esté caliente.
Espresso, leche vaporizada y espuma en armonía. Un abrazo en forma de bebida.
Sabor latino por excelencia, cálido y delicioso.
Dulce, ácida y divertida. Siempre refrescante.
Espresso rebajado con agua caliente. Clásico, directo y sin complicaciones.